Friday, October 30, 2009

La alegría de un Coleccionista
(Odisea de 18 años)


De niño fui un modesto coleccionista en dos categorías de cosas: álbumes de barajitas, y enciclopedias por fascículos. Se puede entender que durante varios años esa afición me hizo asiduo cliente de todos los kioscos que había cerca y no tan cerca de donde yo vivía. El abrir un sobre de tres o cinco barajitas y encontrar una de aquellas "difíciles" que nunca se conseguían, o acercarse a un kiosco y desde lejos ver que ya tenía colgado y en exhibición el nuevo fascículo que correspondía a aquella semana; aquellas eran alegrías que quizá sólo alguien que haya tenido estas aficiones de niño pueda comprender.

Pero ya fuese por la poca confiabilidad de las editoriales o distribuidoras, o también por mi propio ocasional descuido, no siempre fue fácil completar mis colecciones. De hecho, el placer de ver completa una colección de éstas, que se arman semana tras semana a lo largo de meses e incluso años, fue siempre para mí la excepción más que la regla.

En cuanto a los álbumes, intenté llenar, entre otros, varios de Deportes, uno de Fauna y Flora de Venezuela, varios de ciencias naturales y tecnología, otros de animales, uno de medicina, uno de Historia de Venezuela, y varios otros que ahora mismo no recuerdo. Compraba los sobres de barajitas casi a diario; cambiaba barajitas con los otros chamos de la escuela tanto en plena clase como en el recreo, y a la salida íbamos varios niños fiebrúos a los quioscos a incrementar nuestro inventario y continuar nuestra pequeña bolsa de valores de barajitas.

Pese a tamaña dedicación, de todos esos intentos a lo largo de casi 7 años (entre mis 7 y 13+ años si recuerdo bien) yo logré completar un solo álbum. Para todos los otros intentos, siempre hubo unas cuantas barajitas que nunca conseguí.

Léase bien otra vez: de entre 15 a 20 álbumes, logré completar un solo álbum. Sólo uno.

Por cierto, ese único álbum que logré completar no me mataba mucho. Era de Historia de Venezuela, pero para mí, que era ya un experto en evaluar la calidad de todos los álbumes que salían al mercado Venezolano en esa época, este en particular no me parecía tan bueno. Pese a eso, no olvido la euforia cuando finalmente encontré aquella última barajita escurridiza que me faltaba para completar el bendito álbum; recuerdo cuando le puse la pega y cuando finalmente la coloqué en el sitio predestinado para ella en aquella página. Este fue así el primer álbum que lograba completar en mi vida, y sería el único. Todavía tengo ese álbum, aunque cabe mencionar, también tengo los varios otros álbumes que nunca completé pero que me gustaban más, y que seguirán esperando para siempre las barajitas numeradas allí ausentes que nunca conseguí. También tengo muy claro el recuerdo de aquella pequeña felicidad: el logro de una última barajita.

En cuanto a enciclopedias, intenté coleccionar, entre otras, la Enciclopedia "Se Todo" de Bruguera, La Enciclopedia de Medicina Sarpe, Inglés Junior de Salvat, Saber Más, La Biblia, Diccionario Lexis 22, Historia del Hombre, Diccionario Castell, Hable Inglés, Gran Diccionario Larousse, Salvat del Estudiante, Enciclopedia Visual Salvat, Enciclopedia Salvat del Arte, etc. etc. Muchos de esos intentos duraban, sin embargo, sólo unos pocos fascículos o libros, porque los kioscos de pronto dejaban de traerlos por unas semanas, y cuando volvían a aparecer, eran tres o cuatro números más adelante del último que yo había conseguido, lo cual ya dificultaba continuar la colección. Salvat era una excepción pues existía la Salvat allí mismo en Plaza Venezuela donde siempre se podría acudir para conseguir faltantes, pero luego la Salvat se fue de allí, y también las colecciones Salvat se volvieron poco confiables.

A veces los fascículos de una colección simplemente dejaban de venir, como si unos terroristas hubieran soltado una bomba en la casa matriz de la editorial, o algo por el estilo. Uno se quedaba entonces con la peor de las frustraciones; luego de religiosamente haber acumulado todos y cada uno de los primeros fascículos, de pronto no había manera alguna de continuar la colección. Recuerdo que eso me pasó con el diccionario enciclopédico Castell. Ya de adulto compré un diccionario Castell completo. No necesitaba este diccionario, pero lo compré en verdad por nostalgia, quizá a modo de paliativo contra aquella frustración que nunca se terminó de extinguir. Este diccionario era una desmejorada versión en un solo volumen; el papel no era tan bueno, y la impresión de las fotos era algo borrosa, y no tenía ni la mitad de las entradas de aquella colección que abarcaría 5 tomos, y que estaba nítidamente impresa, en un magnífico papel, pero que poco después de los fascículos del primer tomo desapareció por completo de todos los kioscos en la faz de la tierra, sin ninguna explicación.

Del "Inglés Junior" de la BBC/Salvat apenas coleccioné los primeros dos tomos, y el segundo me quedó bastante incompleto. Sin embargo, todo el inglés que me intentaron enseñar en bachillerato no abarcó nunca lo que logré aprender con esas pocas revistas y cassettes. Tendría yo si acaso unos 9 ó 10 años cuando coleccionaba el Inglés Junior. Recuerdo el Barret Circus, Mr. Barret, Castor y Pollux, Igor the Lion Tamer, María, Solomon the Seal, Ernest the Elephant, ¡y las canciones!

I´m Ernest the elephant and I can sing,
I can dance and I can sing,
I am an elephant and I can sing,
I can do anythiiiing!


I can still sing quite a few of those songs. Such good memories really, priceless memories... Pero no pude continuar esa colección, me quedó interrumpida y no la seguí comprando. Pienso que, quizá, porque entonces estaba comprando ya el Salvat Estudiante, y alguna otra colección o álbum, y con todos aquellos otros gastos el Inglés Junior con sus cassettes seguramente era caro para mi infantil presupuesto.

Unos pocos años después del inglés junior comencé a coleccionar el "Hable Inglés" de Sarpe/Longman. Esta colección estaba más orientada para adultos, pero era muy didáctica y muy buena también. La conformaban 96 fascículos distribuidos en 6 volúmenes en total. Esta sí, casi la completé, pero me faltaron apenas dos fascículos, uno de los cuales incluía un cassette (Gr%$***@*#~*@#*). Incompleta.

Estrictamente hablando sólo logré completar dos de las muchas enciclopedias que intenté coleccionar: una fue la "Historia del Hombre" (en 52 libritos), y otra la "Enciclopedia Salvat del Estudiante" (150 fascículos en 10 tomos). Ambas las sigo consultando de vez en cuando incluso en la actualidad. Entiéndase bien lo trabajoso que era para un niño completar, entrega por entrega, una enciclopedia de estas magnitudes. Apenas hay 52 semanas en un año; a una entrega por semana, tomaba un año entero completar la Historia del Hombre, y casi tres años completar la Salvat del Estudiante. Por supuesto, sabemos que no es rentable comprar una enciclopedia entrega por entrega, y yo lo sabía entonces, pero conseguir aquella nueva revista cada semana en el kiosco tenía su placer. Era como una especie de pequeño avance tangible en la construcción de una gran obra, y luego descubrir lo que había llegado de nuevo para la enciclopedia en ese pedazo de esa semana, los artículos, las fotos; era todo como un pequeño hábito disfrutar el descubrimiento, un pequeño regalo a la curiosidad que contribuía a la construcción de un gran regalo final. (Por cierto, el índice de cada tomo del Estudiante sólo se recibía en el último fascículo de cada tomo, así que lo que vendría en la próxima revista era siempre un gran misterio.) Por alguna razón, tener una enciclopedia entera de una vez para mí aniquilaba este extraño placer de ir buscando cada pedazo, de ir armándola e ir descubriéndola poco a poco.

Cualquiera se preguntará por qué me ha dado hoy por escribir de colecciones de libros de cuando era niño, y de toda la dificultad en completar unas pocas colecciones que logré completar hace tanto tiempo. Bien, resulta ser que hoy, de la manera más inesperada, experimenté otra vez el pequeño placer del coleccionista bibliófilo que completa una de sus colecciones. Esto es un caso muy curioso porque es una colección de apenas dos piezas, de la cual yo siempre tuve sólo una. La colección la inicié hace dieciocho años adquiriendo la primera pieza, y aunque parezca mentira, hoy, dieciocho años después, y sin estar buscándola, finalmente me conseguí con la segunda.

La primera pieza la encontré en el año 1991 en los puestos de libros usados que estaban y siguen estando debajo del puente de la Av. Fuerzas Armadas. Para el año 1991 yo ya era un adulto, ya estudiaba en la universidad, y ni qué decir, ya hacía muchos años que no compraba enciclopedias por fascículos, ni mucho menos álbumes ni barajitas. Ahora compraba, por supuesto, libros. Seguía siendo un bibliófilo empedernido, y sobre todo un asiduo comprador de libros usados -como lo sigo siendo.

Estaba, pues, en una de mis tantas exploraciones de libros usados en la Fuerzas Armadas, cuando me encuentro esta especie de diamante en medio de una montaña de carbón. Un fenomenal Volumen I de una llamada "Enciclopedia de Historia Universal", de Alianza Editorial, compilada por William Langer, Madrid, edición del año 1980. Era tapa dura, estaba en excelente estado, y leyendo aquel libro encuentro que éste era el primero de una enciclopedia de sólo dos volúmenes. Uno de dos. Éste que sostenía en mis manos era literalmente un burro de libro. Tenía 1642 páginas él solo, y lucía más grande pero apenas un poco más delgado que un Pequeño Larousse. Impreso en muy buen papel, contaba con excelentes diagramas y mapas monocromáticos, y descubro que aquel volumen I cubría la historia universal hasta la segunda guerra mundial; el volumen II cubría la historia desde después de la segunda guerra mundial.

Las páginas eran a dos columnas, y me sorprendí al ver que aquellas columnas tenían unas entradas en negrita, a la manera de las entradas en un diccionario, pero las entradas aquí no eran palabras: ¡eran fechas! Agrupando regiones y épocas por capítulos, el libro tenía toda la historia universal ordenada fecha por fecha, evento por evento, cronológicamente. ¡Era una cronología de toda la historia universal! Esto no sólo era un tipo de libro de referencia que yo no tenía, parecía ser EL libro de referencia a tener en esa categoría.

Deberá entenderse que este bibliófilo llevaba ya muchos años frecuentando casi mínimo una vez a la semana aquellos puestos de libros usados, al igual que varios otros puestos y librerías de libros usados en otras zonas de la Caracas de esa época; y por supuesto, también frecuentaba muchas librerías de libros nuevos. Sin embargo, yo nunca había visto esta magnífica enciclopedia de Historia Universal de dos volúmenes de Alianza Editorial y de William Langer en ninguna parte. Este libro era hiper-detallado e interesante y muy voluminoso. ¡Y era de Alianza Editorial! ¡Y tapa dura! ¡Y tan buen papel, y tan clara impresión! ¡Y en tan buen estado! ¡Y costaba, en aquella condición de "usado", sólo Bs. 250! (En aquella época eso era una ganga para semejante libro, sobre todo para el excelente estado en que estaba.)

De inmediato busqué el segundo volumen de este diamante en aquella montaña de carbón, pero no lo encontré. Pregunté al vendedor, y mala noticia: sólo tenía el primer volumen; nunca había tenido el segundo. Con razón estaba tan barato.

La falta del volumen II era muy perjudicial en este caso porque, explorando el primer volumen aún más, descubrí que no tenía ningún índice alfabético. Alianza hizo -muy razonablemente- un único índice alfabético para toda esta enciclopedia de dos volúmenes, y colocó ese único índice en el volumen II. ¡Darn! Aunque a uno no le interesara para nada la historia después de la Segunda Guerra Mundial, de todas maneras mayor falta que hacía ese segundo volumen para poder usar el primero con gusto. Si quisiera buscar donde se mencionaba, por ejemplo, a Carlomagno, en este inmenso libro de 1642 páginas, tendría que buscarlo a pulmón buscando primero en algún otro libro su fecha de nacimiento o fallecimiento, y luego buscando esas fechas en este libro, en el capítulo de la región adecuada. Mientras no tuviera el volumen II no tendría índice alfabético para poder llegar directamente a todas las páginas que mencionaran cualquier personaje o asunto de mi interés.

Deberá entenderse también que quien había sido de niño un asiduo coleccionista de enciclopedias por fascículos, sabía muy bien lo difícil que podía resultar completar una enciclopedia por partes, incluso cuando son ediciones nuevas, y cuando las editoriales y distribuidoras en principio garantizaban que harían llegar todas las entregas a todos los kioscos. Imaginemos entonces el riesgo de comprar, en categoría de usado, un volumen I de una enciclopedia nunca antes vista, publicada 11 años antes, sin saber si alguna vez conseguiría el volumen II que era el que contenía el crucial índice alfabético de toda la enciclopedia. No sólo era necesario conseguir el volumen II, sino el volumen II de la misma edición; una edición distinta quizá reduciría enormemente la utilidad del índice. Independientemente del precio (estaba en realidad muy barato), debe entenderse que adquirir este libro era, pues, para alguien como yo, someterse voluntariamente a una potencial frustración de coleccionista que podría durarme toda la vida.

Por supuesto que lo compré.

Puedo asegurar que aquello ocurrió en el año 1991 porque en mis libros yo siempre anoto el año de adquisición en la página donde se muestra el ISBN junto con los otros datos aburridos del libro. Lo compré, pues, en 1991. Aquel mismo día pregunté en todos aquellos otros puestos de libros usados, con mi volumen I en mano, pero nadie tenía el volumen II. El libro tenía un sello de la librería Elite (Plaza Venezuela) y allí acudí esa misma semana preguntando por esa enciclopedia, a ver si podrían venderme el volumen II, que yo ya tenía el I, pero no tenían ni el II ni el I. Así pasó con todas las librerías que visité en los meses subsiguientes. Y tampoco tuve la suerte de ver ningún volumen II (ni el I) en ninguno de los puestos de libros usados del resto de Caracas. Descubrí otras enciclopedias de Alianza, incluso otras en dos volúmenes, pero nadie tenía ésta.

Era apenas una pieza de dos; faltaba una sola pieza de dos para completar esta colección, esta pequeña gran enciclopedia. Ahora que lo pienso, en cantidad de entregas ésta era la colección más pequeña que yo había iniciado en la vida, y sin embargo, ya unos cuantos meses luego del primer volumen se vislumbraba como la más titánica de completar, incluso para un adulto. Una colección que sin embargo, me devolvía, con intensidad inesperada, un poderoso afán que había sentido desde niño.

Recuerdo que luego de una búsqueda fracasada a lo largo de varios meses y en muchas librerías, finalmente comencé a buscar en bibliotecas. Por lo menos quería constatar la existencia de este elusivo volumen II; al menos quería verlo y tocarlo. Busqué en una biblioteca que quedaba en el Paraíso y que yo había usado desde bachillerato. Nada. Busqué en la Bibliteca Nacional. Nada. Busqué en la de la UCV, ¡Y allí lo encontré! ¡Existía el Santo Grial!

Allí estaba el volumen II en todo su esplendor. Claro, estaba en una biblioteca; no era para mí. Pero existía el condenado. Me sorprendió ver que el volumen II era mucho más delgado que el I; no llegaba a las mil páginas. También me sorprendió ver que las páginas de este volumen II no comenzaban en la número 1, sino en la 1643. ¡Así de amarrados estaba estos volúmenes! ¿Cómo pudo nadie separarlos alguna vez? Aparte de la historia después de la Segunda Guerra Mundial, contenía, por supuesto, el maravilloso índice alfabético de toda la enciclopedia, que era gigantesco; este índice, a tres columnas y en letra muy menuda, ¡ocupaba por sí solo 150 páginas!

Pensé que podría sacarle fotocopias, al menos al índice, pero nueva frustración: no podría sacar aquel libro de aquella biblioteca; estaba en una categoría de referencia que no permitía extracción. Cualquier copia tendría que sacarse allí mismo, en la biblioteca. Pero sacarle copias a ese índice tan extenso sería demasiado trabajoso, y además, el resultado sería de muy baja calidad. Me resigné. Tendría que esperar a conseguir ese volumen II en algún lugar donde estuviera en venta, fuese nuevo o usado, o quedarme con otra colección no sólo incompleta: ésta, en particular tan buena, perdía considerable utilidad en ausencia de aquel índice.

Todo ese esfuerzo de búsqueda ocurrió todavía en 1991. Pasaron los años y nunca ví el libro aunque siempre estuve pendiente. Eventualmente me fui a vivir al extranjero y viví muchos años por allá. Regresé a Venezuela y volví a encontrarme en mi biblioteca con este libro volumen I, con esta otra enciclopedia incompleta, que seguía en el fondo de mi memoria como otra de tantas enciclopedias incompletas, y ésta ya declarada caso perdido.

Hoy, 30 de Octubre de 2009, estuve en unas pocas librerías (los viernes como que los estoy usando para esto) buscando un libro que me recomendaron recientemente: una antología de cuentos venezolanos, "Cuentos sin Palabrotas", de Fedosy Santaella. Uno de los lugares donde busqué fue Suma, en Sabana Grande. Allí pregunté por ese libro y no lo tenían, pero me puse a ojear los estantes de esta librería a la cual hace tiempo no le dedicaba suficiente exploración -eso que estuve allí hace unas pocas semanas. Llegué hasta el fondo, donde tienen la sección de historia, y reposando en un anaquel abajo, cerca del piso, ni siquiera estaba vertical, estaba puesto horizontalmente en un espacio con pocos libros, la portada mirando al techo, mostrando las grandes letras de la solapa: "ENCICLOPEDIA DE HISTORIA UNIVERSAL, WILLIAM L. LANGER, DESDE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL, ALIANZA DICCIONARIOS". No lo podía creer. Lo levanté y revisé el resto del estante. Curiosamente no tenían ningún volumen I, y tampoco tenían ningún otro volumen II. Era el único. Estaba algo viejo, pero en perfecto estado, similar a como se ve ahora mi volumen I. En todo caso, mientras pasaba las páginas con mis dedos viendo el índice creo que me corrieron unas breves lágrimas de alegría; por suerte no había casi gente, y los vendedores estaban lejos.






La etiqueta tenía código de barras pero era viejísima, y el precio estaba en Bs., no en bolívares fuertes. El precio en la etiqueta eran Bs. 20.000,00. Pensé que quizá no estaba actualizada y que resultaría carísimo (como están los libros hoy en día, más aún un tapa dura de Alianza; un paperback de Alianza de bolsillo en esa misma y en otras librerías cuesta alrededor de Bs.F. 90). Pero ¿qué importaba? Lo que costara, yo iba a pagarlo; nadie en el universo podría tener la menor duda. Hay momentos en los que uno se hace esclavo de las cosas más tontas. Fui entonces hasta la entrada donde estaba la caja para verificar el precio, y pregunté. Increíblemente, ése era el precio: Bs. 20.000; apenas veinte bolívares fuertes de hoy en día. La mitad de aquel diamante de enciclopedia de hace dieciocho años, tapa dura, de Alianza Editorial, con el preciado índice completo, con toda la historia desde después de la segunda guerra mundial; aquel Santo Grial tan duro de conseguir, la enciclopedia más pequeña y a la vez la más difícil de completar, por fin la había completado y de hecho por accidente, sin haber estado buscando la pieza faltante; y costaba la ridícula suma de Bs.F 20. Allí le dije como si nada que muy buen precio y que me lo llevaba. Y será difícil de creer, pero hice algo realmente insólito: corrí el riesgo de dejarlo allí en el mostrador un rato; lo solté. Dije que iba a seguir viendo otros libros un rato más, y me dirigí de nuevo hacia los estantes; me quedé viendo otros libros de espaldas a la entrada, disimulando.

Finalmente pagué y salí de aquella librería con andar paranoico; comencé a caminar como si estuviera cargando en secreto un lingote de oro por las calles. Llegué no hace mucho a mi casa con este preciado volumen II en mano. Sin embargo debo reconocer que algo me preocupaba. Mi volumen I era de 1980, y este volumen II era de 1984. El índice podría corresponder a una edición distinta. Abrí la página del ISBN del volumen I, y allí estaba escrito, en bolígrafo negro, y en mi letra de hace dieciocho años: "1991", el año en que había adquirido aquel libro. Allí estaba también el ISBN: 84-206-5296-2 y decía al lado "Obra completa" (porque abajo aparecía otro ISBN para el volumen I propiamente dicho). Abrí entonces la página homónima del volumen II, y confirmé su ISBN de obra completa, y era el mismo. Volví a revisar el volumen I, y volví a revisar el II, y los volví a revisar otra vez. Eran el mismo, no cabía duda, pese a los cuatro años de diferencia de la impresión. Lo había logrado. Es la tercera enciclopedia que completo en mi vida. La más pequeña, apenas dos volúmenes, sin embargo la más difícil; dieciocho años después estaba, por fin, completa.

Busqué un bolígrafo negro y escribí entonces en la página del ISBN del volumen II la fecha de hoy, 30 de Octubre de 2009. Con toda sinceridad puedo decir que haciendo esto sentí lo mismo que sentí cuando niño, hace más de 30 años, poniéndole pega a aquella última barajita del único álbum que llegué a completar. Hay alegrías pequeñas que al mismo tiempo son tan grandes...

Puse el grueso volumen I al lado del II, y allí se juntaron por primera vez. La página 1642 del volumen I finalmente a dos tapas duras de la página 1643 en su complemento, el volumen II. El Ying y el Yang; el Alfa y el Omega. Dieciocho años después. Finalmente. Juntos. Completos.